¨Hace tiempo que sé que el mundo no es mío, ni mi hogar.
Si la vida es una orgía, yo voy de paja mental.
Puritita fantasía; nada menos, nada más.¨

lunes, 20 de febrero de 2012

El jean y su relación con Cuba

Para variar, sólo esa noche, me puse puse un jean. O intenté. Cualquiera diría que no representa ningún esfuerzo. Pero, para mí casi todo representa uno.
Me quité mi cómodo pantalón de combate y me calcé el jean.  Antes de salir de mi casa a la noche que me esperaba, di muchas vueltas. Me mire reiteradas veces al espejo. Tal vez me vea como cualquier ser humano con Jean. Pero no me siento yo. Me siento otr@ extrañ@  amatambrad@, semidesnud@
Te queda Justo dice el espejo. Si. Muy. Al dente, diría alguien que conocí y que ya no hablamos. Se lo veo puesto a otras personas, y me parece capaz de lucir cualquier trasero, en especial el de las señoritas; esos jeans tienen un corte especializado para resaltar la  redondez.
A mi, particularmente, el Jean me hace sentir oprimid@. Sin embargo, en mis mocedades, era una prenda infaltable para mi pequeñez escuálida, y creo que nunca me favoreció en nada, pero los usaba asiduamente hasta gastarlo, y posteriormente, desaparecían sin dejar rastro alguno. En principio creía que mi madre era responsable, pero cabe la posibilidad de que sólo se desintegraran.
Finalmente, opté por no dejármelo puesto. Es un jean común, gris oscuro. Y si yo fuera otra persona, diría que me queda bien. Pero soy yo, y no me siento bien dentro de estas telas. Es como si me abrazaran desagradablemente contra mi voluntad, todo el tiempo. Coarta mis movimientos. No puedo andar libremente con un jean. Si hace calor, se pega a la piel humedecido y asqueroso, si hace frío es como el desamparo.
Así debe sentirse un Cubano.

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