Si dependiera mi vida de recitar versos,
A cualquier balcón, a punta de pistola,
Ten por seguro que ya hubiera muerto.
Sé que la Muerte me acecha en la sombra de los ojos
De los que dicen que me aman.
La oigo, susurrándome obscenidades,
Cuando los duendes del parque me piden consejos,
Y atónitos, escuchan mis agudas respuestas a preguntas que nadie hizo.
Yo finjo que no, pero sé que me espía por la cerradura de la puerta del baño
Y arrodillada se masturba viendo como me desvisto
Y desarmo para ella.
Que se complace en lamerme los dedos,
Para que yo de vuelta las amarillentas páginas del libro de mi vida,
Que me dedica poemas y las lúgubres melodías de los velorios,
Que me besa con sabor a oscuridad, revolcándonos voluptuosamente
Entre tumbas de payasos,
Ella no tiene celos, está segura,
Sabe que al final, seré suya,
Sabe que la amo.