He pensado tanto tiempo en escribirle,
pero para decirle qué?
Que mis pensamientos están poblados
por su elástica y fina ausencia?
Que me merodean como fantasmas
sus confundidos pasos,
llevando y trayendo a mi memoria
la extensión de un magnetismo no asimilado?
Pensé en metáforas gloriosas
que pudieran, como insectos, quemarse en su luz;
y en el río que separa, irremediablemente, nuestra palabra
con sus silenciosas aguas
que se escurren espesamente
sobre la osamenta de su real identidad.
pero es muy posible que no haya visto
lo que se reflejó en esos enormes espejos
o que me haya pasado por alto,
como el peor de los ciegos.