Puedo, mietras tus ojos se distraen
con valles y lunas de los paisajes ajenos a tus dominios;
detenerme a recontar el tiempo
y enamorarme de cada luna que aparezca.
Mientras te absorban los indómitos placeres que buscas
después de siglos con noches aburridas de oír fundamento intelectuales;
puedo recitarle versos a los balcones vacíos y las ventanas abiertas,
las flores negras y mugrientas de mi voz.
Y mataré cada sol a puñaladas frias de invierno
y abrazaré cada pena que quiera este amor,
por las siguientes horas en que se discurra entre la arena y el lamento.
Y habrá distancia de tiempo
y desiertos en tempestades de míseros recuerdos
enfrascados herméticamente,
desfalleciendo de asfixia y soledad.
Cuando tu mente vuele lejos de mi cuerpo desgarbado
y mis besos no sean mas que ecos,
brotaré como hierba de entre las piedras,
engalando estructuras inertes
Y si muero, no moriré para siempre!
Sino que renaceré cada mañana nueva,
en cada beso regalado y en su saliva redentora.
He de crecer implacable en la sonrisa de los míos,
en cada poesía que lagrimean en silencio,
en los ojos verdes que siempre quieren verme,
en las rastas sucias de colores que teji con mis propias manos
y en las largas noches de humo espeso
pondré sobre la mesa mi desnudez perpetua,
la puta verdad de lo que soy.