Te miro,
Intrínsecamente instalada
en mi propia ausencia,
en la melancólica ignorancia
de los detalles que te componen,
y ajena a los cimientos
que sostienen tu estructura;
apartada por completo de la marea
de tu sangre y saliva;
A pesar de que disten
tu palabra y la mía;
y se desconozcan nuestras manos,
y no nos hayamos mirado,
hasta el hartazgo,
una tarde de verano sobre el pasto,
aunque nisiquiera hayamos escuchado
el estridente caudal de nuestra risa,
que sea la mirada
más que una silenciosa misiva.
Intrínsecamente instalada
en mi propia ausencia,
en la melancólica ignorancia
de los detalles que te componen,
y ajena a los cimientos
que sostienen tu estructura;
apartada por completo de la marea
de tu sangre y saliva;
A pesar de que disten
tu palabra y la mía;
y se desconozcan nuestras manos,
y no nos hayamos mirado,
hasta el hartazgo,
una tarde de verano sobre el pasto,
aunque nisiquiera hayamos escuchado
el estridente caudal de nuestra risa,
que sea la mirada
más que una silenciosa misiva.
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