Como una herida mortal de noche apaleada;
del cielo, se vino abajo, en goterones de fluidos espesos;
crecieron los ruidos, y creció el agua.
Y los pájaros, pesados, se escondieron;
los caracoles arrastraron sus casas, y el cielo escupió
con furia salvaje la carga que derrama.
Del rumor de las piedras dormidas
brotaron resplandecientes sonidos al viento.
Escondidos en los ojos de la luna,
me trajo el filósofo su filosofía;
y una enredadera de palabras que caen desmayadas,
al suelo sin ser oídas, caen sordas, y mueren.
Me trajo al poeta que rindió su poesía,
montañas azules y perdidas, estériles desiertos,
y circunstancias confundidas.
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