Para escuchar lo que escribo, cerró los ojos;
cantó mi silencio, gritó mi pensamiento;
cerró los ojos
como percibiendo mi goteo
que, como hojas, irremediablemente volátiles
esparcen todos los matices sobre su horizonte.
Con esa noche herida de cielo roto,
desarmó mi alma, desafiló mi lápiz
con los besos de su estigmática boca
y renovó estas palabras,
muertas y enterradas.
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