Del poeta que es mi muerte y noche eclipsada,
de su poesía inerte tendida en la hoja
que me exime y sustenta.
De su tácito cuerpo selvático
que venero hasta hartarme,
hasta caer de rodillas y rodar.
De su incorporea ubicuidad que necesito como a la lluvia,
que temo como al viento, como temo a mis amantes.
De su oscuridad más sombría supura mi historia,
consistente de ausencias, de ritmo eléctrico y fulgurante,
mi dulce muerte me gotea, me derrama y esparce.
Me apiló, gota a gota,
a los tétricos huesos de sus pies,
me rearmó sólida y desafiante
me esculpió con sangre y tinta,
con todo lo que estuvo a su alcance.
No hay comentarios:
Publicar un comentario