Todo está en orden, las condiciones son propicias.
Los libros rojos, con sus letras doradas, siguen ahí, dormidos;
junto, mis libros de poesías,
todo está en su lugar;
todo está en su lugar;
en perfecta armonía con el vapor de rosas
que expele el hornito;
flota la música y rebota en las paredes.
Nada irrumpe la abstracción en la que me aletargo,
es un silencio que antecede la conversación.
Aproximaciones de pensamientos
que no llegan a ser una idea,
un pendular vaiven
entre lo abstracto y lo figurativo, lo tangible o real.
entre lo abstracto y lo figurativo, lo tangible o real.
Es el accionar meticuloso de voces que arremeten
contra mi y huyen por la ventana, con el humo.
Entonces, me dispongo al deambular
persistente de mis obseciones:
A las flores verdes de miel y a las mariposas negras,
a las que les arrancaría las alas,
a mi verso que engalana lunas
con palabras que no quiero usar;
y las que uso demasíado,
ellas, desfilan desnudas, sin articular sonido
ellas, desfilan desnudas, sin articular sonido
ante el poeta que es mi sombra
y la que pretendo ser yo.
Y solamente me queda esperar
a que el silencio hable,
a que el silencio hable,
apretando en la mano
el lápiz mismo que con los dientes afilé.
el lápiz mismo que con los dientes afilé.
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