Pasó, y fue como un viento sin ruido que arrasa las palabras,
como un destripar de canciones alusivas;
como una masacre nostálgica del futuro que aun no existe.
como un destripar de canciones alusivas;
como una masacre nostálgica del futuro que aun no existe.
Pasó... Quedamos, quedé,
sin nada que odiar; sin recuerdos fatídicos a los que abrazarme
cuando no esté, sin ausencias que lamentar;
sin nada que odiar; sin recuerdos fatídicos a los que abrazarme
cuando no esté, sin ausencias que lamentar;
huecos, hueca; vacíos, vacía
de todo lo que me revolvió las tripas, esta última vuelta.
de todo lo que me revolvió las tripas, esta última vuelta.
Hoy la noche se hace la muerta
y lo delgado que es el amor, me conmueve.
Famélico, y rodeado de moscas sobrevive, apenas respira.
Y aun me acurruco a su lado, abrigándome en las arrugas de su ropa gastada.
Lo veo indefenso, cobarde, y beso las palmas de sus manos heridas.
y lo delgado que es el amor, me conmueve.
Famélico, y rodeado de moscas sobrevive, apenas respira.
Y aun me acurruco a su lado, abrigándome en las arrugas de su ropa gastada.
Lo veo indefenso, cobarde, y beso las palmas de sus manos heridas.
Como perros sin dueños,
solos y amontonados
sin saber qué hacer más ladrarnos u olernos la carne
con ese hambre desesperado,
oyendo las oxidadas campanadas de nuestro corazón compartido,
esta condición siamesa de no palpitar sin su latir,
de sangrar un poquito cada rayo de sol
y cada noche sin beso doliente,
sin clavar los colmillos en el furioso amor que nos desviste; pasó.
Y todo siguió igual...
el mismo hambre, el mismo sueño,
el mismo latido, la misma condición siamesa,
el mismo pecho como una estación donde me duermo
y la misma tibieza con la que me espera todos los días .
solos y amontonados
sin saber qué hacer más ladrarnos u olernos la carne
con ese hambre desesperado,
oyendo las oxidadas campanadas de nuestro corazón compartido,
esta condición siamesa de no palpitar sin su latir,
de sangrar un poquito cada rayo de sol
y cada noche sin beso doliente,
sin clavar los colmillos en el furioso amor que nos desviste; pasó.
Y todo siguió igual...
el mismo hambre, el mismo sueño,
el mismo latido, la misma condición siamesa,
el mismo pecho como una estación donde me duermo
y la misma tibieza con la que me espera todos los días .
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