Noches como esta, en que pienso
que el pecho oprime y el corazón late pesadamente,
en que la oscuridad más oscura es la que alberga nuestro ser,
y el miedo te sigue por todos los espejos
y tu sombra es más que un habitante de las penumbras.
Noches como esta, en que la música se desangra
y se desmoronan las casas;
los grillos se silencian,
en noches como estas no hay espacio para el romance.
Y se expande la desidia
como una enredadera de nocturnos colores
y se escuchan aullidos y gemidos lunares.
Noches como esta, pienso; paralela al piso, al techo.
Pienso sin saber en qué. Busco. Examino el aire.
Pienso en qué pensar que no sea la soledad,
palpo sonidos aprendidos de memoria, indago,
huelo el ambiente violentamente inmutable,
atestado de palabras muertas en libros como tumbas.
Y percivo el olor de las flores
secandose bajo la sombra humeda
de mi presencia.
Divago, sumergida en un océano vacío,
inmenso como el universo que contiene lo absoluto,
porque no se limita a las fronteras;
dueño de la infinidad del cosmo,
de la elascticidad del tiempo y el espacio,
un ilimitado vacío donde habita todo,
donde todo emerge y desaperece. Pienso.
Pienso en las moscas,
en los cuadros colgados que no vendí
insultándome con sus besos,
con sus sonrisas congeladas en la armonía;
pienso en los paisajes inventados
y en esos diccionarios viejos con dibujos de colores pálidos
mugrientos de nostalgias, polvo y telaraña.
Noches como estas, pienso...
y Sigo buscando en que pensar.